LA CAÍDA DEL HOMBRE, DEL PECADO Y SU CASTIGO

(1)

A. A pesar de que Dios creó al hombre recto y perfecto, y le dio una ley justa, que hubiera sido para vida si la hubiera guardado, y amenazó con la muerte su transgresión, el hombre no la honró por mucho tiempo: Ec. 7:29; Ro. 5:12a, 14, 15; Gn. 2:17; 4:25-5:3.
B. Usando Satanás la sutileza de la serpiente para subyugar a Eva y luego a través de ella seduciendo a Adán, quien sin ninguna coacción, deliberadamente transgredió la ley bajo la cual habían sido creados y también el mandato que les había sido dado, al comer del fruto prohibido: Gn. 3:1-7; 2 Co. 11:3; 1 Ti. 2:14.
C. Lo cual agradó a Dios permitir, conforme a su sabio y santo consejo, habiéndolo ordenado con el propósito de que fuera para su propia gloria: Ro. 11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28.

 HOMBRE  CREADO A  IMAGEN DE DIOS

En el arte, el hacer imágenes es un ejercicio de belleza. La pintura, la escultura, y otras artes suelen ser imitativas. Mediante nuestra creación imitamos a los objetos de la vida real.
El artista principal es Dios. Cuando Dios diseñó el universo, dejó su sello sobre él de manera tal que los cielos declaran su gloria y el firmamento nos muestra su obra.
Cuando Dios hizo a las criaturas que habitan la tierra y el mar, creó una criatura singular, hecha a su propia imagen. Génesis 1:26-27 nos dice: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, yen todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Como la Biblia dice que fuimos creados a la imagen y semejanza de Dios, algunos (en especial los católicos) han llegado a la conclusión de que existe una diferencia entre ser a imagen y ser a semejanza de Dios. Pero la estructura del lenguaje bíblico nos indica que la imagen y la semejanza se refieren a una misma cosa.
Somos los iconos de Dios, criaturas hechas con la capacidad única de reflejar el carácter de Dios, como si fuésemos un espejo.
El haber sido hechos a imagen de Dios suele entenderse como señalando el sentido de que somos como Dios. Aunque Él es el Creador y nosotros sus criaturas, y aunque Dios nos trasciende en esencia, en poder yen gloria, sin embargo en cierto sentido somos como Él. Hay algún tipo de analogía entre Dios y nosotros. Dios es un ser moral e inteligente. Nosotros también somos agentes morales equipados con una mente, un corazón y una voluntad.
Estas facultades hacen posible que podamos reflejar la santidad de Dios, santidad que fue nuestra vocación original.
La palabra hombre, cuando es utilizada en los pasajes de la Escritura como "creó Dios al hombre a su imagen" (Génesis 1:27), significa "la humanidad". Tanto el varón como la hembra de la especie humana han sido creados a imagen de Dios. Parte de esta imagen comprende el llamado de la humanidad a gobernar la tierra, a tener dominio sobre ella. Hemos sido llamados a cultivar, a llenar, y a guardar esta tierra como los regentes de Dios. Hemos sido llamados a reflejar el carácter del gobierno justo de Dios sobre el universo. Él nunca saquea o explota lo que domina, sino que reina con justicia y bondad.
En ocasión de la caída de la humanidad, algo terrible ocurrió. La imagen de Dios perdió su lustre. Nuestra capacidad para reflejar su santidad se vio tan afectada que ahora este espejo está opaco.
La caída, sin embargo, no destruyó nuestra humanidad. Aunque nuestra capacidad para reflejar la santidad de Dios se perdió en la caída, todavía somos humanos. Todavía tenemos una mente, un corazón y una voluntad. Todavía llevamos la marca de nuestro Creador sobre nosotros. Cristo es quien restaura la plenitud de la imagen de Dios en los seres humanos. Él es, como lo declara el autor de Hebreos, "el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia" (Hebreos 1:3).
RESUMEN
1. Dios creó a los seres humanos -al varón ya la hembra- a su imagen y semejanza.
2. Existe cierta analogía entre Dios y los seres humanos que hace posible la comunicación entre ambos.
3. Los seres humanos, como Dios, son agentes morales con las facultades de pensamiento y voluntad.
4. Los seres humanos han sido llamado a ejercer el dominio sobre la tierra.
5. En la caída, la imagen de Dios en los seres humanos se opacó.
6. Cristo es la imagen perfecta de Dios. Él nos está restaurando a la plenitud de la imagen de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 9:6, Romanos 8:29, 1 Corintios 15:42-57, Colosenses 1:15.

SATANÁS

La figura de Satanás suele ser concebida como un fugitivo de una fiesta de "Halloween", Se lo retrata vistiendo un ridículo traje rojo. Tiene espuelas, cuernos, una cola, y lleva consigo un tridente.
Esta figura es motivo de ridículo entre quienes niegan el cristianismo bíblico. En determinada ocasión le pregunté a mi clase de unos treinta estudiantes: "¿Cuántos creen en Dios?" La mayoría de los estudiantes levantó su mano. Luego pregunté: "¿Cuántos creen en el diablo?" Solamente se alzaron un de manos.
Un estudiante espetó, "¿Cómo puede una persona inteligente creer en el diablo en los días que corren? El diablo pertenece a superstición, junto con los fantasmas, los duendes y todo el reste de la parafernalia nocturna".
Yo le respondí: "Hay un origen muchísimo más fiable para creer en Satanás que para creer en los duendes. Es posible que no estén convencidos de la veracidad de la Biblia, pero sin duda que es un origen más fiable que los cuentos de hadas".
Amontonar a Satanás junto con las brujas y los duendes implica violar las reglas de un pensamiento serio y grave. Continué mi discusión con el estudiante realizándole otra pregunta: "Si creemos que Dios es un ser invisible, y personal, que tiene la capacidad de influenciar a las personas hacia el bien, ¿por qué resulta tan increíble y tan difícil imaginar que existe un ser invisible, y personal, que tiene la capacidad de influenciar a las personas al mal?"
Es posible que nuestro problema con respecto a Satanás radique en el hecho de que estamos reaccionando a una caricatura y no al punto de vista bíblico sobre él. En la Escritura, la palabra Satanás significa "adversario". Lo conocemos como el diablo. Es una criatura angelical que, antes de la creación de la raza humana, se rebeló contra Dios y que desde entonces ha luchado contra la raza humana y contra Dios. Se lo llama el príncipe de las tinieblas, el padre de la mentira, el acusador, y la serpiente. Este retrato no tiene nada que ver con el adversario cómico, con cuernos, y un tridente, al que nos hemos acostumbrado.
Esa imagen, por lo menos en parte, surgió en la iglesia medioeval. Esta caricatura de Satanás fue creada intencionalmente en la iglesia para poder burlarse de él. La iglesia estaba convencida que era una estratagema efectiva contra Satanás el insultarlo. Se consideraba que su parte más vulnerable era su orgullo. El atacar su orgullo era visto como una manera efectiva para repeler su ataque.
La noción bíblica, sin embargo, es mucho más sofisticada. Él se aparece como un "ángel de luz". Esta imagen subraya la habilidad inteligente de Satanás para manifestarse bajo la apariencia del bien. Satanás es muy sutil, seductor y astuto. Sabe hablar con elocuencia; su apariencia es deslumbrante. El príncipe de las tinieblas se viste con un ropaje de luz. La Escritura también nos habla de Satanás como un león rugiente, buscando a quien devorar.
Cristo también es llamado un león, el León de Judá. Él es el redentor, el anti-león y devorador. Ambas imágenes nos hablan de la fuerza.
¿Cómo deberá reaccionar, entonces, el creyente frente a Satanás? Por un lado, Satanás es realmente temible. En 1 Pedro 5:8 se nos dice que "vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". La respuesta del creyente no debe ser, sin embargo, la del miedo. Satanás puede ser más fuerte que nosotros, pero Cristo es más fuerte que Satanás.
La Biblia afirma que "mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4). Satanás es después de todo una criatura. Es finito y limitado. Está limitado en el tiempo y el espacio. No puede estar en más de un lugar al mismo tiempo.
Nunca debe ser considerado igual a Dios. Satanás es de un orden superior a los humanos, es un ángel caído. Pero no es divino. Tiene más poder que las criaturas de este mundo pero su poder es infinitamente menor que el poder del Dios todopoderoso.
RESUMEN
1. Satanás no debe ser comparado a las criaturas mitológicas.
2. Satanás es un ángel caído con poderes sofisticados para engañar, tentar y acusar a las personas.
3. Satanás es una criatura finita sin los poderes y los atributos divinos.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Job 1:6-12, Mateo 4:1-11, Lucas 22:31, 2 Tesalonicenses 2:5-10, 1 Pedro 5:8-11. 
(2)
A. Por este pecado, nuestros primeros padres cayeron de su justicia y rectitud original y de su comunión con Dios, y nosotros en ellos, por lo que la muerte sobrevino a todos: Gn. 3:22-24; Ro. 5:12ss. 1Co. 15:20-22; Sal 51:4,5; 58:3; Ef. 2:1-3; Gn. 8:21; Pr. 22:15.
B. Viniendo a estar todos los hombres muertos en pecado, y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo: Gn. 2:17; Ef. 2:1; Tit. 1:15; Gn. 6:5; Jer. 17:9; Ro. 3:10-18; 1:21; Ef. 4:17-19; Jun. 5:40; Ro. 8:7.

EL PECADO

El pecado puede ser ilustrado como un arquero que dispara una flecha y no da en el blanco. No se trata, por supuesto, de inferir que es un asunto moral el no dar en el blanco en las competencias de tiro al blanco. Lo que ocurre es que la definición bíblica más sencilla para el pecado es "errar el blanco". En términos bíblicos, el blanco que no se consigue no es un blanco relleno de paja; es el blanco o la "norma" de la ley de Dios. La ley de Dios expresa su propia justicia y es el estándar supremo para nuestro comportamiento. Cuando no damos en el blanco de este estándar, pecamos.
La Biblia nos habla de la universalidad del pecado en términos de no dar en el blanco de la gloria de Dios. "Por cuantos todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Decir que "nadie es perfecto" o que "errar es humano" es reconocer la universalidad del pecado. Todos somos pecadores y todos tenemos necesidad de la redención.
El pecado puede definirse como "el no conformarse o el transgredir cualquier ley de Dios, otorgada como la norma para las criaturas racionales". Hay tres dimensiones cruciales en esta definición. En primer lugar, el pecado es la no conformidad o el no poder cumplir plenamente algo. Constituye el no cumplimiento de la ley de Dios. Un pecado de omisión es el fracaso de hacer lo que Dios ordena. Si nos ordena amar al prójimo y no lo amamos, eso es pecado.
En segundo lugar, el pecado es definido como una transgresión a la ley. Transgredir una leyes pasar por alto sus barreras, traspasar sus límites. Por eso es que podemos describir al pecado como "una invasión al derecho de propiedad". Caminamos por donde no se nos permite caminar. En este caso hablamos de pecados por comisión, cuando cometemos acciones prohibidas por Dios. Cuando la ley de Dios se pronuncia en términos negativos, "No harás tal o cual cosa", y nosotros hacemos lo que no está permitido, pecamos.
En tercer lugar, el pecado es una acción realizada por criaturas que tienen uso de razón. Por ser criaturas creadas a la imagen de Dios, somos agentes morales libres. Porque tenemos una mente y una voluntad, somos capaces de realizar acciones morales. Pecamos siempre que hacemos algo que sabemos que está mal, y elegimos desobedecer la ley de Dios.
El protestantismo rechaza la diferencia clásica establecida en la teología católica entre los pecados veniales y los pecados mortales. La teología católica clásica define un pecado mortal como un pecado que "mata" la gracia en el alma y requiere renovar la justificación mediante el sacramento de la penitencia. Un pecado venial es un pecado de menor gravedad. No destruye la gracia salvífica.
Juan Calvino declaró que todo pecado contra Dios es un pecado mortal en cuanto merece la muerte, pero ningún pecado es mortal en el sentido que destruye nuestra justificación por la fe.
El protestantismo afirma que cualquier pecado es grave. Hasta el pecado más pequeño es un acto de rebeldía contra Dios. Todos los pecados constituyen un acto de traición cósmica, un intento fútil por destronar a Dios en su autoridad soberana.
Sin embargo, la Biblia considera a algunos pecados más atroces que otros. Hay grados de maldad del mismo modo que habrá grados de castigo en el tribunal de la justicia de Dios. Jesús reprendió a los Fariseos por haber omitido cumplir con las cuestiones más importantes de la ley, y reconvino a las ciudades de Betsaida y Corazín diciéndoles que su pecado era peor que el de Sodoma y Gomorra (Mateo 11:20-24).
La Biblia también nos advierte sobre la culpa incurrida al pecar múltiples veces. Aunque Santiago nos enseña que pecar contra una parte de la leyes pecar contra toda la ley (Santiago 2: 10), cada transgresión particular añade más culpa. Pablo nos previene de no atesorar ira para el día de la ira (Romanos 2:1-11).
Cada vez que cometemos un pecado estamos agrandando nuestra culpa y nuestra exposición a la ira de Dios. Sin embargo, la gracia de Dios es mayor que toda nuestra culpa junta.
La Biblia toma al pecado muy en serio porque toma a Dios muy en serio, y también toma en serio a los seres humanos.
Cuando pecamos contra Dios, estamos violando su santidad. Cuando pecamos contra nuestro prójimo, estamos violando su humanidad.
RESUMEN
1. El significado bíblico del pecado es errar el blanco de la justicia de Dios.
2. Todos los seres humanos son pecadores.
3. El pecado comprende el fracaso de no conformarse a algo (de omisión) y la transgresión (de comisión) de la ley de Dios.
4. Solo los agentes morales pueden ser culpables de pecado.
5. El protestantismo rechaza la diferencia entre pecados mortales y veniales, pero afirma que hay pecados más graves que otros.
6. Con cada pecado que se comete se incurre en mayor culpa.
7. El pecado viola a Dios y a las personas.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 2:1-11, Romanos 3:10-26, Romanos 5: 12-19, Santiago 1:12-15, 1 Juan 1:8-10.
(3)
A. Siendo ellos la raíz de la raza humana, y estando por designio de Dios en lugar de toda la humanidad, la culpa del pecado fue imputada y la naturaleza corrompida transmitida a toda la posteridad que descendió de ellos mediante generación ordinaria, siendo ahora concebidos en pecado, y por naturaleza hijos de ira, siervos del pecado, sujetos a la muerte y a todas las demás desgracias –espirituales, temporales y eternas–, a no ser que el Señor Jesús los libere: Ro. 5:12ss. 1 Co. 15:20-22; Sal 51:4,5; 58:3; Ef. 2:1-3; Gn. 8:21; Pr. 22:15; Job 14:4; 15:14.

EL PECADO ORIGINAL

Es un lugar bastante común escuchar la aseveración de que "la gente es básicamente buena". Aunque se admite que nadie es perfecto, se minimiza la malicia humana. Sin embargo, si las personas son básicamente buenas, ¿por qué el pecado es tan universal?
Suele decirse que todo el mundo peca debido a la influencia negativa de la sociedad. El problema es encuadrado dentro del entorno social y no dentro de nuestra propia naturaleza. Pero esta explicación sobre la universalidad del pecado no contesta esta pregunta: "¿Cómo fue que la sociedad se tornó corrupta en primer lugar?"
Si las personas son buenas e inocentes cuando nacen, cabría esperar que al menos un porcentaje de ellas permaneciesen buenas y sin pecado. Debería ser posible encontrar sociedades no corruptas, donde el entorno haya sido condicionado por la no pecaminosidad en lugar de haber sido condicionado por la pecaminosidad.
Y sin embargo, hasta las comunidades más comprometidas con la justicia han tenido que tomar provisiones para tratar con la culpa del pecado.
Como la fruta está universalmente corrupta, buscamos la raíz del problema en el árbol. Jesús nos enseñó que un árbol bueno no puede producir fruta corrupta. La Biblia enseña con total claridad que nuestros padres originales, Adán y Eva, cayeron en el pecado.
De ahí en más, todos los seres humanos han nacido con una naturaleza pecaminosa y corrupta. Si la Biblia no enseñara esto explícitamente, de todos modos tendríamos que deducirlo racionalmente debido a la universalidad del pecado.
Sin embargo la caída no es meramente una cuestión de deducción racional. Es un punto en la revelación divina. Se refiere a lo que conocemos como el pecado original. El pecado original no se refiere principalmente al primer pecado o el pecado original cometido por Adán y Eva. El pecado original se refiere al resultado del primer pecado la corrupción de la raza humana. El pecado original se refiere a la condición caída en la que estamos ya cuando nacemos.
De la Escritura surge claramente que la caída tuvo lugar. La caída fue devastadora. Cómo fue que sucedió es un tema abierto a la disputa aun entre los pensadores de la Reforma. La Confesión de Westminster, de manera muy similar a la explicación de la Escritura, explica este acontecimiento con sencillez:
Nuestros primeros padres, habiendo sido seducidos por la sutileza y la tentación de Satanás, pecaron, al comer de la fruta prohibida.
Dios, de acuerdo con su sabio y santo consejo, permitió este su pecado, habiendo decidido ordenarlo para su propia gloria.
Por consiguiente, la caída ocurrió. Los resultados, sin embargo, alcanzaron mucho más que a Adán y Eva. No solo alcanzaron a toda la humanidad, sino que diezmaron a la humanidad. Somos pecadores en Adán. No corresponde preguntarnos: ¿Cuándo se convierte una persona en un pecador? Porque la verdad es que los seres humanos nacen en un estado de pecaminosidad. Son vistos por Dios como pecadores, por su solidaridad con Adán.
La Confesión de Westminster nuevamente expresa elegantemente los resultados de la caída, en particular en su relación con los seres humanos:
Por este pecado cayeron de su estado original de justicia y comunión con Dios, y murieron al pecado, completamente corruptos en todas las partes y facultades del alma y del cuerpo. Como eran la raíz de toda la humanidad, la culpa de este pecado, y la misma muerte al pecado, y la naturaleza corrupta se imputó y se transmitió a toda su descendencia postrera por generación ordinaria. A partir de esta corrupción original, por la cual estamos completamente indispuestos, inhabilitados, y contrarios hacia el bien, y completamente inclinados hacia el mal, es que proceden todas las transgresiones presentes.
Esta última frase es crucial. Somos pecadores no porque pequemos, sino que pecamos porque somos pecadores. Por eso es que David se lamenta: "En verdad, soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre" (Salmo 51:5, La Biblia, Versión Popular).
RESUMEN
1. La universalidad del pecado no puede ser explicada por factores sociales o del entorno.
2. La universalidad del pecado es explicada por la caída de la humanidad.
3. El pecado original no se refiere principalmente al primer pecado, sino al resultado de dicho pecado. .
4. Todas las personas nacen con una naturaleza pecaminosa o con un "pecado original".
5. Todos pecamos porque somos pecadores por naturaleza.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 3: 1-24, Jeremías 17:9, Romanos 3: 10-26, Romanos 5:12-19, Tito 1:15. 
(4)
A. De esta corrupción original, por la cual estamos completamente indispuestos, incapacitados y opuestos a todo bien y enteramente inclinados a todo mal: Mt. 7:17,18; 12:33-35; Lc. 6:43-45; Jun. 3:3,5; 6:37,39,40,44,45,65; Ro. 3:10-12; 5:6; 7:18; 8:7,8; 1 Co. 2:14.
B. Proceden en sí todas las transgresiones: Mt. 7:17-20; 12:33-35; 15:18-20.

LA DEPRAVACIÓN HUMANA

Como mencionamos en el capítulo anterior, un tema común de debate entre los teólogos radica en la cuestión de si los seres humanos son básicamente buenos o básicamente malos. Esta cuestión gira en torno a la palabra básicamente. Existe un consenso prácticamente universal de que nadie es perfecto. Todos aceptamos la máxima de que "errar es humano".
La Biblia nos dice qué "todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). A pesar de este veredicto sobre las limitaciones de los humanos, nuestra cultura, dominada por el humanismo, persiste en creer que el pecado es algo periférico o tangencial a nuestra naturaleza. No obstante, tenemos fallas por causa del pecado. Nuestros registros morales exhiben manchas.
Pero de algún modo pensamos que nuestra maldad reside en la periferia de nuestro carácter, apenas lo roza, y nunca puede penetrar a nuestro centro interior. Se supone, básicamente, que las personas son inherentemente buenas.
Después de haber sido liberado de su cautiverio en Iraq y haber experimentado de primera mano la corrupción de los métodos de Saddam Hussein, uno de los rehenes declaró: "A pesar de todo lo que padecí, nunca perdí mi confianza en la bondad básica de las personas". Es posible que este punto de vista descanse en parte en una escala variable de relativa bondad o maldad de la gente.
Es obvio que algunas personas son más malvadas que otras. Al lado de Saddam Hussein o Adolfo Hitler, cualquier pecador del montón se parece a un santo. Pero si elevamos nuestra mirada hacia el estándar supremo de bondad -el carácter santo de Dios- nos damos cuenta de que lo que se presenta como una bondad en un nivel terrenal es corrupto hasta la cabeza.
La Biblia nos enseña la total depravación de la raza humana. La depravación total significa la corrupción radical. Debemos tener cuidado de observar la diferencia que existe entre la depravación total y la depravación completa. Ser completamente depravados es ser tan malos como es posible ser. Hitler era extremadamente depravado, pero podría haber sido todavía peor.
Yo soy un pecador. Pero podría pecar más a menudo y mis pecados podrían ser más graves que los que peco en realidad. No hago cosas completamente depravadas, pero sí soy totalmente depravado.
La depravación total significa que yo y todos los demás somos depravados o corruptos en todo nuestro ser. No hay ninguna parte de nosotros que no haya sido alcanzada por el pecado.
Nuestras mentes, nuestras voluntades, y nuestros cuerpos se han visto afectados por el mal. Hablamos palabras pecaminosas, desarrollamos acciones pecaminosas, tenemos pensamientos impuros.
Nuestros propios cuerpos padecen los estragos del pecado. Posiblemente la expresión corrupción radical sea más feliz que la expresión "depravación total" para describir nuestra condición caída. Utilizo la palabra radical no tanto como sinónimo de "extremo" sino en el sentido de su significado original. La palabra radical proviene de la palabra latina que significa "raíz".
Nuestro problema con el pecado es que está radicado en el centro de nuestro ser. Cala en lo profundo de nuestros corazones. Debido a que el pecado está en lo más profundo de nuestro ser y no simplemente en el exterior de nuestras vidas es que la Biblia dice: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).
Por causa de esta condición se escucha el veredicto de la Escritura: estamos "muertos en delitos y pecados" (Efesios 2: 1); hemos sido "vendidos al pecado" (Romanos 7:14); hemos sido llevados "cautivos a la ley del pecado" (Romanos 7:23) y somos "por naturaleza hijos de ira" (Efesios 2:3). Solamente el poder vivificador del Espíritu Santo puede sacarnos de este estado de muerte espiritual. Es Dios quien nos vuelve a la vida mientras nos convierte en hechura suya (Efesios 2: 1-10).
RESUMEN
1. El humanismo considera que el pecado se encuentra en el borde o la periferia de la vida humana. Considera que los seres humanos son básicamente buenos.
2. El cristianismo bíblico enseña que el pecado cala hasta lo más profundo de nuestras vidas.
3. La depravación total no significa la depravación completa. No somos tan malos como podríamos ser.
4. La corrupción radical subraya la pecaminosidad que alcanza hasta lo más profundo de nuestros corazones.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Jeremías 17:9, Romanos 8:1-11, Efesios 2: 1-3, Efesios 4:17-19, 1 Juan 1:8-10.
(5)
A. La corrupción de la naturaleza permanece durante esta vida en los que son regenerados: 1 Jun. 1:8-10; 1 R. 8:46; Sal 130:3; 143:2; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Ro. 7:14-25; Stg. 3:2.
B. y, aunque aquella sea perdonada y mortificada por medio de Cristo, ella misma y sus primeros impulsos son verdadera y propiamente pecado: Sal 51:4,5; Pr. 22:15; Ef. 2:3; Ro. 7:5, 7, 8, 17, 18,25; 8:3-13; Gá. 5:17-24; Pr. 15:26; 21:4; Gn. 8:21; Mt. 5:27,28.

LA CONCIENCIA HUMANA

Fue Jimmy Cricket quien dijo deja que tu conciencia sea siempre tu guía". Este es un buen consejo si nuestra conciencia ha sido instruida por la Palabra de Dios y dirigida por ella. Sin, embargo, si nuestra conciencia es ignorante de la Escritura e sido cauterizada o endurecida por repetidos pecados, la Teología  de Jimmy Cricket puede ser desastrosa.
La conciencia juega un papel importante en la vida cristiana. Resulta vital, sin embargo, que la comprendamos correctamente.
La conciencia ha sido descrita como una voz interior de Dios que nuestra mente utiliza para acusarnos o excusarnos de los pecados. Incluye dos elementos básicos:
(1) Una conciencia o realización interna del bien y del mal, y:
(2) Una habilidad mental para aplicar leyes, normas, y preceptos a situaciones concretas.
En Romanos 2:15, Pablo nos enseña que Dios ha escrito Sin ley sobre el corazón humano. La conciencia humana ha sido instruida por la revelación de la ley de Dios, que Él ha implantado en el corazón humano.
Las personas tienen una responsabilidad moral de que su conciencia les dicte. Es pecado actuar en contra de conciencia de uno. En la Dieta de Lutero declaró: "Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios porque hacer contra la conciencia no tranquiliza ni estaría bien" La respuesta de Lutero demuestra dos principios bíblicos importantes. En primer lugar, que la conciencia debe ser instruida o "hecha cautiva" por la Palabra de Dios. La conciencia puede ser mal enseñada o cauterizarse, o apagarse, por los pecados repetidos una vez tras otra. El pecado habitual o la aceptación de la sociedad del pecado nos pueden endurecer tanto que acallemos la voz de la conciencia y pequemos sin ningún remordimiento.
Por otro lado, si nuestra conciencia nos convence de que algo es ilegal o pecaminoso, aunque en realidad no sea pecaminoso, igualmente estaría mal que lo hiciésemos. Hacer lo que consideramos mal, aunque no sea en realidad mal, es pecar. Pablo nos enseña que cualquier cosa que no provenga de fe, es pecado (Romanos 14:23). En dicha instancia, actuar en contra de la conciencia no nos tranquilizaría ni estaría bien.
RESUMEN
1. La conciencia es una buena guía únicamente cuando ha sido instruida y dirigida por Dios.
2. La conciencia es una voz moral dentro nuestro que nos acusa o nos excusa de nuestras acciones.
3. Es un pecado actuar en contra de la conciencia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN

Lucas 11:39-44, Romanos 2:12-16, Romanos 14:23, Tito 1:15