EL BAUTISMO Y LA CENA DEL SEÑOR

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A. El bautismo y la Cena del Señor son ordenanzas que han sido positiva y soberanamente instituidas por el Señor Jesús, el único legislador: Mt. 28:19, 20; 1 Co. 11:24, 25.
B. para que continúen en su iglesia hasta el fin del mundo: Mt. 28:18-20; Ro. 6:3, 4; 1 Co. 1:13-17; Gá. 3:27; Ef. 4:5; Col. 2:12; 1 P. 3:21; 1 Co. 11:26; Lc. 22:14-20.
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A. Estas santas instituciones han de ser administradas solamente por aquellos que estén calificados y llamados para ello, según la comisión de Cristo: Mt. 24:45-51; Lc. 12:41-44; 1 Co. 4:1; Tit. 1:5-7.

BAUTISMO.

Puesto que Jesús le ordenó a su iglesia que bautizara (Mt 28: 19), esperaríamos que haya una medida de bendición conectada con el bautismo, porque toda obediencia a Dios de parte del creyente trae consigo el favor de Dios.
Esta obediencia es específicamente un acto público de confesar a Jesús como Salvador, acto que en sí mismo trae gozo y bendición al creyente. Todavía más, es una señal de la muerte y resurrección del creyente con Cristo (ver Ro 6: 2-5; Col 2: 12), y parece apropiado que el Espíritu Santo obraría mediante tal señal para aumentar nuestra fe, para aumentar nuestra consciencia en la experiencia de la muerte al poder y amor al pecado en nuestras vidas, y aumentar nuestra experiencia del poder de la nueva vida de resurrección en Cristo que tenemos como creyentes.
Puesto que el bautismo es un símbolo físico de la muerte y resurrección de Cristo y de nuestra participación en ellos, también debe dar seguridad adicional de unión con Cristo a todos los creyentes que están presentes. Finalmente, puesto que el bautismo en agua es un símbolo externo de un bautismo espiritual interno por el Espíritu Santo, podemos esperar que el Espíritu Santo ordinariamente obre junto con el bautismo, dándoles a los creyentes una consciencia aumentada de los beneficios del bautismo espiritual al que señala.
Cuando el bautismo acompaña muy de cerca de la profesión inicial de fe de alguien y es en verdad una forma externa que toma esa profesión de fe, hay ciertamente una conexión entre el bautismo y el recibimiento del don del Espíritu Santo, porque Pedro les dice a sus oyentes en Pentecostés: «Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados y recibirán el don del Espíritu Santo» (Hch 2: 38).
Es más, Pablo dice: «Ustedes la recibieron al ser sepultados con él en el bautismo. En él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de Dios, quien lo resucitó de entre los muertos» (Col 2: 12). La afirmación de que es «mediante la fe en el poder de Dios» que esto sucede nos recuerda que no hay propiedad mágica en el acto mismo del bautismo, que hace que tenga lugar un resultado espiritual, sin embargo el versículo también indica que cuando la fe acompaña al bautismo hay una obra espiritual genuina en la vida de la persona que es bautizada. Como podríamos esperar, a veces gran gozo espiritual sigue al bautismo; un gran gozo en el Señor y en la salvación que el bautismo tan vívidamente ilustra (ver Hch 8: 39; 16: 34).
Aunque debemos evitar la enseñanza católico romana de que se imparte gracia incluso aparte de la fe del bautizado, no debemos reaccionar tan fuertemente a este error como para decir que no hay beneficio espiritual para nada que resulta del bautismo, que el Espíritu Santo no obra mediante él y que es meramente simbólico.
Es mejor decir que donde hay fe genuina de parte del bautizado, y donde la fe de la iglesia que contempla el bautismo es estimulada y alentada por esta ceremonia, entonces el Espíritu Santo ciertamente obra mediante el bautismo, y éste llega a ser un «medio de gracia» por el que el Espíritu Santo da bendición al bautizado y también a toda la iglesia. (El bautismo se considerará más completamente en el próximo capítulo).

LA CENA DEL SEÑOR.

Además del bautismo, la otra ordenanza o ceremonia que Jesús le ordenó a la iglesia que realizara es la participación en la Cena del Señor.
Aunque este tema se considerará más completamente en el capítulo 50, es apropiado notar aquí que la participación en la Cena del Señor también es muy claramente un medio de gracia que el Espíritu Santo usa para dar bendición a la iglesia. La Cena del Señor no es simplemente una comida ordinaria entre seres humanos; es comunión con Cristo, en su presencia y en su mesa.
De nuevo, debemos evitar la idea de que algún beneficio automático o mágico resulta de la participación en la Cena del Señor, sea que la persona participe en fe o no." Pero cuando la persona participa en fe, renovando y fortaleciendo su propia confianza en Cristo para la salvación, y creyendo que el Espíritu Santo da bendición espiritual mediante tal participación, entonces ciertamente se puede esperar bendición adicional.
Debemos tener mucho cuidado aquí, como con el bautismo, para evitar el error de reaccionar en demasía a la enseñanza católica romana y mantener que la Cena del Señor es meramente simbólica y no un medio de gracia.
Pablo dice: «Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión (gr. kiononía, «participación», (comunión) con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión (koinonía) con el cuerpo de Cristo?» (1ª Co 10: 16). Debido a que hay tal participación en el cuerpo y la sangre de Cristo (al parecer queriendo decir una participación en los beneficios del cuerpo y la sangre de Cristo entregados por nosotros), la unidad de los creyentes se exhibe hermosamente en el momento de la Cena del Señor: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» (1ª Co 10: 17).
Y puesto que somos participantes en «la mesa del Señor» (1ª Co 10: 21), Pablo les advierte a los corintios que no pueden participar de la mesa del señor y también participar en la adoración a ídolos: «no pueden participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios» (1ª Co 10: 21). Hay una unión espiritual entre los creyentes y con el Señor que se fortalece y solidifica en la Cena del Señor, y esto no se debe tomar a la ligera.
Por eso los Corintios estaban experimentando juicio por su abuso de la Cena del Señor (1ª Co 11: 29-30: «Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso varios han muerto»). Pero si Pablo dice que habrá juicio por la participación incorrecta en la Cena del Señor, entonces ciertamente deberíamos esperar bendición por la participación correcta en la Cena del Señor.
Cuando obedecemos el mandamiento de Jesús: «Tomen, coman» (Mt 26: 26), y realizamos la actividad física de comer y beber en la mesa del Señor, nuestra acción física ilustra una nutrición espiritual correspondiente, nutrición de nuestras almas que tendrá lugar cuando participamos en obediencia y fe. Jesús dice: «Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» Gn 6: 55-56; vv. 52-54, 57-58; también vv. 27, 33-35, 48-51).

Como con el bautismo, por consiguiente, debemos esperar que el Señor dé bendición espiritual conforme participamos en la Cena del Señor en fe y en obediencia a las direcciones establecidas en las Escrituras, y de esta manera es un «medio de gracia» que el Espíritu Santo usa para damos bendición.